En nuestra labor como coaches muchas veces nos encontramos con clientes que sufren de estrés y ansiedad. En estos casos todos sabemos que, salvo que también seamos psicólogos dedicados a la clínica o psiquiatras, no podemos intervenir.
El estrés y la ansiedad se han convertido en grandes pandemias, abundan en los entornos organizativos, y los coaches tenemos la obligación ética y profesional de no traspasar las fronteras de nuestro campo de actuación. Pero a veces esas fronteras son líquidas, y podemos no tener claros donde están los límites.
Es una realidad que en un proceso de coaching nos podemos encontrar con clientes cuyo reto les produzca cierto grado de ansiedad, pero eso podría ser simplemente una reacción adaptativa ante ese reto. No debemos confundir, por tanto, una ansiedad o estrés normal derivados de un reto de un trastorno propiamente dicho. El que el objetivo del proceso sea muy específico o circunscrito a ciertas áreas de actuación no nos sirve para distinguir la conveniencia de un servicio de coaching o de una psicoterapia. Lo fundamental es llegar a conocer si ya existe un problema de salud, es decir, si el cliente pertenece ya a una población clínica. Y es que, como coach y psicoterapeuta que soy, creo en la utilidad de ambos enfoques siempre y cuando se sepa distinguir con claridad entre ellos.
El tratamiento del estrés y la ansiedad ha de realizase por profesionales de la salud que tengan una formación reglada y especializada, que además les permita distinguir estos trastornos de otros en los que también puede haber síntomas de ansiedad. Sin embargo, últimamente estamos conociendo, a través de los medios de comunicación, el caso de algunos coaches que, habiendo intervenido con clientes como si fueran psicólogos, han tenido problemas con la justicia o incluso han sido condenados a prisión.
En mi libro recientemente publicado “Conoce tu ansiedad y aprende a gestionarla” he pretendido dar una visión amplia e integradora de la ansiedad, teniendo en cuenta diferentes enfoques provenientes de la psicología. Aunque no es un libro específico para coaches, sí que permite hacerse una mejor idea sobre lo que es la ansiedad, así como de los principales tipos de trastornos existentes. Y esto puede ayudar a trazar mejor esas fronteras muchas veces difíciles de distinguir.
Aunque el código ético deja claro que el coaching no es terapia, la responsabilidad final está recayendo en los propios coaches, y éstos no deberían confiar sólo en su “intuición” a la hora de derivar a un cliente al psicólogo. En mi opinión debería existir un claro marco de actuación en el ámbito del coaching en relación con la psicoterapia en general, y con el estrés y la ansiedad en particular, y los coaches podrían contar con ciertos conocimientos y competencias que les permitan distinguir mejor dónde están esas fronteras. Por ello, creo recomendable que los coaches reciban una formación básica, al menos empezando por los trastornos de estrés y ansiedad, y que eso incluso se tenga en cuenta para poder certificarse.
Quizás mi opinión no sea bien recibida por muchos coaches profesionales, pero sinceramente creo que los casos de intrusismo profesional son cada vez más habituales y algo debemos hacer al respecto.
Los criterios diagnósticos para los trastornos de estrés y ansiedad están claramente definidos en los manuales diagnósticos al uso, aunque pueda haber algunas discrepancias dependiendo del manual utilizado o de la orientación del psicólogo. Conocer los síntomas, la duración y las características que apoyan el diagnóstico de cada trastorno, es algo esencial para evitar problemas posteriores.
Como comento en mi libro, tendremos que diferenciar entre una ansiedad normal y otra patológica: la primera es consustancial a la propia vida y es una energía que nos impulsaría hacia delante cuando atravesamos circunstancias difíciles o en el logro de ciertas metas u objetivos vitales. A este tipo de ansiedad normal es mejor llegarla a aceptar, poniendo los medios para que no vaya más allá. La segunda, sin embargo, por su mayor frecuencia, intensidad o duración (varios meses), provoca gran desequilibrio y malestar, afectando de forma significativa al funcionamiento cotidiano de la persona y, en general, a su calidad de vida. En este caso, es necesaria una intervención psicológica que permita volver a unos niveles aceptables de ansiedad.
La ansiedad patológica puede definirse como una respuesta fisiológica, emocional y cognitiva de cierta intensidad, que perdura en el tiempo, y que se caracteriza por una percepción de amenaza y de falta de control o recursos suficientes para hacer frente a ciertas situaciones potencialmente adversas, así como por la anticipación de que ocurrirán consecuencias negativas. Sin embargo, en función del tipo de trastorno, esos síntomas y su duración pueden variar, por lo que es importante no dejarse llevar sólo por definiciones generales de lo que es la ansiedad o el estrés.
En mi opinión, los mayores problemas para una mejor identificación de una ansiedad patológica se pueden dar en los trastornos asociados al estrés (adaptativos), así como en la ansiedad generalizada (cuyo síntoma principal es la preocupación).
Todo proceso de coaching en donde haya la más leve sospecha de un posible trastorno debería ser derivado a un psicólogo dedicado a la clínica o a un psiquiatra, al menos para que sea realizada una evaluación inicial.
Más información sobre el libro: Conoce tu ansiedad y aprende a gestionarla
Publio Vázquez Alonso, coach en AECOP, psicólogo sanitario y psicoterapeuta especializado en trastornos de ansiedad.
Escrito por Josepe Garcia
Creador del programa Vivir del Coaching
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