Escribir en la confianza de que nos lean, tiene sentido, a la vez, pensar que nadie va a hacerlo, aporta mucha libertad.

Como no soy demasiado aficionada a las redes sociales, a la comunicación a través de internet, he ido haciéndome a la idea de que lo que escribo se diluye en el mar de la sobreinformación y que apenas un levísimo movimiento quedará en la conciencia de quien se encuentre ante estas líneas. Desde ese lugar sin miradas puedo escribir con gran autonomía, dejando que las palabras ordenen mis pensamientos y ganar en claridad.

Esta idea me libera y puedo divertirme reflexionando libérrimamente sobre áreas de mi inquietud. Hoy intentaré ver a donde llego con estos dos elementos: la información (o sobreinformación) en la red y la responsabilidad y conciencia de los actos.

Desde una perspectiva la palabra es acción, esto lo creo y no hay curso, seminario o taller que imparta que no lo exponga, siguiendo a Marshall Rosenberg, sé que nuestras palabras crean muros o abren ventanas y, sin duda, la armonía y belleza de las mismas pueden llegar a trasformar vidas. Curiosamente, cuando comencé a escribir este post, me encontré con La Ontología del Lenguaje de Rafael Echeverría “lo social para los seres humanos se constituye en el lenguaje. Todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico”

A la vez, siento que no es efectivo creer que se cambia el mundo por unas líneas más o menos informadas, más o menos bienintencionadas desde el teclado. O sí. Ya veremos a donde llego.

Somos recién nacidos a este nuevo mundo digital, la trascendencia de esta nueva manera de comunicarse se podrá comprobar con el paso de los años, pero ahora me atrevo a hacer ciertas afirmaciones. El anonimato y no sentir la presencia de tu interlocutor cosifica la relación. El medio y el canal son tan importantes que difuminan la realidad del emisor y del receptor del mensaje.

Si no tomo verdadera conciencia de mi necesidad de compartir, de lo que realmente quiero decir, y que esto  me llevará más tiempo del que dedico a la comunicación oral, mi mensaje no será ni medianamente comprendido, mi objetivo de comunicación no sólo no se habrá cumplido, si no que iniciará una serie de interpretaciones que llevarán, en el mejor de los casos al absurdo.

¿Recordáis la experiencia del teléfono escacharrado? La primera persona da un mensaje breve, sencillo (no tiene porque ser complejo) al oído de la segunda, ésta lo deberá trasmitir textualmente a la tercera y así sucesivamente hasta un numero más o menos significativo de personas (entre 7-10), la última persona dirá en voz alta lo que debería ser el mensaje inicial. Haced la prueba, es muy divertido y revelador.

Cuando no estamos presentes, no se ven nuestros gestos ni expresiones, nuestro tono de voz, no existen los silencios, y tampoco en nuestros interlocutores. Estos elementos esenciales de la comunicación los suplimos sólo con las palabras, elegir las adecuadas para que estén cargadas del contenido de nuestra presencia, es una tarea que exige tiempo, cuidado y claridad, y ahí está la paradoja. La comunicación a través de los TIC es rápida, inmediata, breve, comparto, no comparto, decisiones sin meditar, sin tiempo para reflexionar, sin tiempo para valorar el impacto de mi comunicación.

Parece comprobado que cuando el mensaje es hiriente y tiene acogida, el fenómeno que se produce es multiplicador, estamos ante la sheetstorm (tormenta de mierda), el dolor que produce en sus destinatarios no es virtual, es real y demoledor. El efecto avalancha en las redes, la protección del anonimato, anima a personas, que seguramente no dirían nada parecido en persona, a lanzar toda su rabia e impotencia sobre la victima casual, victima porque no pensó un comentario, victima porque fue mal entendida, victima por cualquier causa que una comunicación consciente y reposada no provocaría.

A principios del siglo pasado el sociólogo francés Gustave Le Bon definió a la masa como “Una agrupación humana con los rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo”  El alma de masa es un espíritu colectivo diferente al de cada uno de sus miembros.

Son ideas que van fluyendo y que me alejan de mi primera línea argumenta o no tanto ¿sigue vigente la teoría de las masas? ¿esa profunda soledad que invade al hombre moderno está siendo distraída por un potente sentido de pertenencia en el mundo virtual? ¿la protección del anonimato permite casi cualquier tipo de acción? ¿existen consignas que arrastran miles de voluntades, sin reflexión ni criterio propio? ¿hasta que punto se mantienen conciencias, libertades y responsabilidades?…

La sensibilidad es patrimonio de todo ser humano y esta sensibilidad nos permite la relación, la conexión rica y profunda con otros seres humanos. Si los actuales medios de comunicación empalidecen esta realidad y proyectan un mundo en dos dimensiones, de colores planos y sin profundidad, esto no cambia nuestra vida esencial sensitiva y sensual, con necesidad de relaciones plenas de matices, sombras y luces, en tres dimensiones, que satisfagan nuestros sentidos y nuestra sensibilidad, el gozo de oler, tocar y gustar las presencias.

Queriendo poner de manifiesto alguna de mis aparentes contradicciones, hace unos días en Twitter llegué al enlace de un artículo de masdearte.com “Cinco razones para no leernos (demasiado) según Nicholas Carr a raíz de la publicación del escritor norteamericano de su libro “Superficiales ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?”. Me remito a su lectura para que cada cual reflexione sobre el mismo.

Este artículo me confirmó la intuición de que la capacidad de análisis, reflexión, concentración y aprendizaje se ven dificultadas por el medio; que nos aferramos a las redes sociales en búsqueda de reconocimiento social o intelectual; que en el camino podemos alejarnos de la empatía y del grado de atención a las personas; y yo iría más lejos, nos alejamos de nosotros mismos, con una incesante búsqueda de contacto, de estar donde hay que estar, de reconocimiento y de miedo a caer en la oscuridad del mundo analógico y del papel, en el cual apenas existen supervivientes, nos volcamos tanto hacia fuera, hacia la imagen del mundo real que en el virtual se dibuja, que nuestra auténtica realidad apenas tiene peso.

Soy hija de mi tiempo y no voy a demonizar una herramienta maravillosa, que me facilita el contacto con personas que me importan y valoro, que me permite acceder a fondos inagotables de información, que me sostiene con sus navegadores ante mi nulo sentido de la orientación, puedo compartir opiniones y experiencias con personas de otros países y culturas, reencontrarme con personas queridas que hacía más de 30 años había perdido el contacto y que atesoro con cariño, estar informada de situaciones y noticias reales y que los informativos no comunican. Cómo no hablar sin parar de las indiscutibles ventajas que, internet y las redes, tienen.

Y como del discurrir de mis palabras se puede ver, reconozco que me inquieta tanta inmediatez. Hemos crecido en un tiempo donde el poder y celeridad de la información han cambiado la manera de entender el mundo y las sociedades, las noticias nacen y mueren en apenas días. Ahora esa realidad es exponencial. Apenas podemos digerir una pequeña parte de toda la información que creemos estar “analizando” ¿cómo me siento? ¿anestesiada ante el sufrimiento? ¿llena de ira ante las injusticias? ¿impotente ante la magnitud de los problemas? ¿frustrada por mi capacidad de acción?…

¿Son estos sentimientos útiles y efectivos?

Creo firmemente en la capacidad de todo ser humano para la transformación efectiva de su entorno, cambiar su realidad, actuar sobre el ámbito enorme de su autonomía y libertad, dimensiones infinitas que se encuentran dentro de cada uno de nosotros. Actuando sobre estas dimensiones personales, el poder transformador sobre los sistemas a los que pertenecemos es directamente proporcional.

¿Qué capacidad queda para mi propia transformación si estoy con la mirada puesta en el exterior, en una realidad virtual, desdibujada por el medio y los medios?

Quizá está reflexión venga dada por mis propia manera de ser, porque me siento muy cómoda zambulléndome en la mirada ajena, porque me gusta sentirme arropada por una abrazo y acariciada por una sonrisa. Tener tiempo de que mi cabeza dispersa se pueda centrar en un tema y emitir un juicio que sienta mío, que pueda aportar algo en vez de quitarlo, supongo que reconozco mi limitación de análisis y reflexión, a veces me siento paralizada ante la avalancha de cuestiones sobre las que nada sé y sobre las que casi todo el mundo tiene una opinión.

Por ello, soy cauta, muy cauta, hay un montón de causas a las que me sumaría y que las redes están promoviendo, twittea y retwittea, comparte, firma, me gusta… pero de repente leo una frase que me aleja, en la que detecto odio (bueno saber cómo sobrevivir al odio a los demás), rabia, separación… y son twitteadas y retwitteadas, compartidas… y me alejo, no me siento incluida, no entiendo como desde la confrontación, el alejamiento, la negación del otro, la falta de reconocimiento ante los esfuerzos (pequeños o sin resultado) se puede lograr el objetivo buscado de cambio, de construcción, de alternativas valiosas, de inclusión…

La conclusión a la que llego tras lo que acabo de escribir, es que si la propuesta de formarnos en comunicación era urgente, pues como nos comuniquemos construye lo que somos y nuestro entorno, ahora la siento urgente y compleja, por la novedad de lo que tenemos ante las manos, Facebook se fundó en 2004, Twitter en 2006, desconocemos el alcance real en la trasformación personal y social de esta manera de comunicación.

 

Veo una gran paradoja en la rapidez del medio y la imprescindible necesidad de reflexión, concentrar un pensamiento en 140 caracteres es una labor para la que yo no estoy dotada, imagino que los nativos digitales lo estarán más, no sé, es pronto para valorarlo. También veo exposición pública de estados de ánimo en el muro, acontecimientos, buscando ¿qué exactamente? ¿qué ocurre cuando no encuentras la respuesta que esperas? o cuando no hay respuesta ¿qué imagino que está ocurriendo? ¿soy ignorad@, no importo? o tengo la lucidez de pensar que cada uno sigue teniendo la libertad de disfrutar de su tiempo como mejor le parezca y que contestar o no contestar a una publicación puede no estar cargada de intención alguna… pero creo que no, igual que rellenamos vacíos de información en nuestras relaciones personales, valoramos y juzgamos comportamientos para hacernos una idea (muchas veces inexacta) de nuestro lugar, ahora también tenemos que rellenar los vacíos que nosotros creamos con la sobreinformación, sobre las respuestas o falta de respuesta a nuestros comentarios.

Quizá sea mayor para que estas circunstancias me afecten, por eso tampoco tengo tanto miedo al ostracismo del papel y al contacto real, quizá escribir estas líneas sea una especie de ejercicio para vencer mi natural rebeldía a estar presente en las redes y una cierta curiosidad por ver lo eficaz que pueda ser tener presencia en internet.

Autora: Myriam de la Cámara

CA230 – Coach Asociado Certificado


ebook coaching

Escrito por Josepe Garcia
Creador del programa Vivir del Coaching

La guía para empezar tu negocio de coaching

¿Ya llevas un tiempo con tu negocio de coaching (coaching ejecutivo, coaching organizacional, coaching de equipos, coaching empresarial,…) pero sin obtener grandes resultados?


Descubre los 10 ERRORES más frecuentes cuando montas tu negocio de coaching y CÓMO EVITARLOS.